viernes, 12 de marzo de 2010

Expedientes X

“Los pobres creen en el destino y el karma, los de clase media en la suerte y la casualidad y a los ricos saben que todo depende de ellos”…..eso siempre decía mi papá, pobre, el creía y siempre nos prometió a mi y a mi mamá que nos iba a sacar de acá, de esta casa, de Flores, él prometía muchas cosas pero su pequeña tienda de lámparas y objetos relacionados a la iluminación nunca le dio la oportunidad, de ese negocio ya no queda nada, tuvimos que venderlo para poder tratarlo a él en sus últimos meses, la verdad es que no era algo que me hubiese gustado heredar tampoco.
Recuerdo las jornadas de adolescente en las que lo ayudaba, me ganaba dos o tres mangos, porque mucho él no soltaba pero me alcanzaba para ir al cine y engordar a base de golosinas, ya no se si era una excusa mental, la que me ponía para permitirme comer o verdaderamente me gustaba el cine, me acuerdo que para esos días se estrenó Los Expedientes X, no era un gran admirador de la serie, tampoco era una película que esperara, pero igual la fui a ver como tantas otras.
Un cine oscuro de salas chicas, casi como se estuviesen por brindarnos una función de porno clase B, no éramos muchos aunque el cine no necesitaba de tantos para llenar su vestíbulo, cuento esto porque de entre las personas que estaban esa tarde para ver la película se encontraba mi primera aventura sexual.
Aunque siempre le preste bastante atención a mis genitales (escapadas debajo del mantel rojo de hule, puertas del baño cerradas) nunca estuve muy atento a unirlos con ningún otro ser, el porno me resultaba demasiado urticante y mi condición socio-personal me alejaba de cualquier acercamiento, pero no se por que esa tarde fue diferente, sospecho fue por no ser el que tomo las decisiones del asunto y porque no tenía lugar a donde huir.
Sentado en algo así como la novena fila de una sala poco habitada me toco estar, como así también acompañado a mi lado de, por lo que la oscuridad me dejó ver, un hombre de alrededor de treinta años, quizás más, espero nunca saberlo. Poco había pasado de comenzada la función cuando la persona a mi lado se puso inquieta, parecía no prestarle atención a la película, cosa que solo quince minutos después pude afirmar.
El tenía unos pochoclos ubicados en mi apoya brazos, dejo caer uno que rebotó en mi rodilla, con lo que le ganó a David Duchovny mi atención, cuando lo supo dejo caer otro en mi entrepierna e intentó recogerlo, totalmente exaltado, nervioso y debo admitirlo excitado solo atine a hacer una mueca con mi cuerpo que se desvaneció instantáneamente cuando supe lo que iba a pasar o cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, retiró el apoya brazos echándolo hacia atrás se inclinó y le dio respiro a mi crecido estomago desabrochándome el jean.
Él se fue antes de que terminara la función y aunque luego de ese extraordinario hecho fui un frecuente concurrente de aquel cine que hoy ya no existe en la calle Rivadavia, nunca lo volví a ver, o eso creo tampoco pude observar en detalle sus facciones, aunque estoy seguro que él de haberme visto lo hubiese intentado de vuelta, no tuve ningún encuentro mas en esas salas o por lo menos ninguno para recordar.

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